jueves, 19 de junio de 2014

Niccolo Paganini: El músico endemoniado (Parte II)



Y así lo era Niccolo. Apenas soltaba su violín, daba rienda suelta a sus bajos instintos gastando grandes sumas de dinero, fruto de su excepcional talento. Tan pronto obtenía algo de  dinero rápidamente lo despilfarraba. Entre sus opciones predilectas para gastarlo eran los juegos de azar y mujeres. 

 Así como era bueno con el violín era igual o aun más bueno para meterse en líos de faldas. Sin lugar a duda el talento acompañado del dinero le facilitaba capturar la atención del sexo opuesto. Y no hablamos de unas pocas mujeres, circulan gran variedad de historias de amoríos relacionados a él.

 Cuentan que una vez fugó de  Génova  hacia Parma con una joven veinteañera de nombre Angelina Cavanna. Terminó embarazándola, para luego fugarse. Para su mala suerte el  padre de la joven no lo permitió y logró meterlo a la cárcel. Niccolo solo saldría  libre  si se comprometía  al pago de dos letras. Al salir de la cárcel trató de evitar pagar la segunda letra por lo que es puesto tras las rejas otra vez. Al final terminó pagando aún más que la deuda que tenía en primer lugar.
En múltiples ocasiones su adicción por los juegos de azar hizo que apostara su amado violín. Aquel instrumento musical, que muchos dicen que el mismo sabotea. Disfrutaba que sus cuerdas se rompieran en plena presentación. Obligándolo a tocar con mucha más dificultad conforme cada cuerda reventaba. Hasta quedarse con una sola cuerda, con  la cual debía terminar toda la pieza.

 
Su reputación  siempre causo intriga entre todos los que asistieron para escuchar sus caprichos. A pesar de que era caro asistir a uno de sus conciertos. Paganini disfrutaba tocar en el cementerio para los muertos, permitiéndole a aquellos que no contaban con los medios para pagar deleitarse con su talento de gratuitamente.
 


 Este aspecto de su vida no hacía más que reforzar el mito de que Niccolo Paganini había vendido su alma al diablo a cambio de una habilidad excepcional. Se decía que cada vez que daba un recital el demonio lo acompañaba entre las sombras disfrutando del talento de Paganini.


Alexander Alvarez





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